Upanishads - Trascendencia e Inmanencia


El Brahmán del universo, el Dios trascendente de tiempo y de espacio, pero inmanente en el tiempo y en el espacio es, según los Upanishads, el mismo Ser nuestro y el Ser de todas las cosas. El Brahman trascendente cuando es inmanente en nosotros se llama Atman. Son dos nombres para un mismo Ser: el Infinito se llama Brahmán, y el Infinito manifestado en lo finito y limitado se llama entonces Atman. En su eterna clarividencia los maestros supremos vieron un Infinito de unidad trascendente y al mismo tiempo un Infinito de variedad inmanente. Es el Dios expresado como el "Todo en el todo" de poetas, místicos y videntes, y después explicado, y a veces complicado, en teologías que son a la experiencia de algo eterno, lo que la gramática es a la poesía: un estudio y análisis intelectual, y no experiencia vital. 

Como nos dice y sugiere el Kena Upanishad, Brahmán o Atman, no es algo que se pueda ver, oír, gustar o tocar con los sentidos, no es algo que se pueda comprender, imaginar, o concebir con el pensamiento. Está más allá de los sentidos y de todo pensamiento. Es un Amor hacia un más allá. Un Amor a quien se va por el camino del amor, y cuanto más puro y más intenso es el amor, tanto más se ve y comprende y se siente y se vive el Amor infinito que es la causa de nuestro finito amorBrahmán no se puede pensar con la mente: es "Aquello que hace posible que la mente pueda pensar". Uno de los mensajes de los Upanishads, explicado después en el Bhagavad Gita, es que sólo amando se comprende el amor, y no mediante explicaciones o definiciones: amar y saber son, al principio divergentes, como los lados de un ángulo; pero a medida que se va subiendo por los dos lados, el saber comprende más al amor hasta que al fin son uno. El amor puro transforma el estar en un ser, y en tal sublime transformación, algo finito y temporal se ha convertido en algo infinito y eterno, lo mortal, se ha convertido en algo inmortal. Es como el salir a la luz de dentro de una cueva oscura, un despertar después de dormir, un momento de Eternidad y alegría suprema por encima de la ilusión de placeres que pasan y dolores que perduran, un ser consciente más allá de un estar inconsciente, un momento de vida tan intensa, tan absoluta, que permite una fe basada en la experiencia, y no una creencia procedente de palabras y libros, si bien libros y palabras pueden ayudar al alma inflamada de anhelos.

En el saber estudiamos la variedad de las cosas, las definimos y comprendemos, y así las dominamos: es la ciencia. Pero en el amor puro contemplamos las cosas sin deseo de posesión, sólo por el gozo de la contemplación: es la poesía. En el saber nos separamos de las cosas, hay un nuestro yo que estudia y la cosa estudiada; pero en el amor nos unimos con las cosas y en la alegría de la contemplación desaparece el sentido de posesión, de egoísmo y de destrucción. Un grandioso árbol milenario puede ser objeto de contemplación en silencio para el poeta o el músico, de estudio y gran actividad cerebral para el científico, un objeto de mero lucro para un comerciante que, sin consideración a la grandeza sublime del árbol milenario, está dispuesto a comprarlo, venderlo y hasta quemarlo. ¡Cuándo pensamos y analizamos vemos las cosas en su variedad; pero cuando amamos, las vemos en su unidad!. El saber amplía la vida tanto hacia el bien como hacia el mal, pero el amor puro la eleva siempre hacia el bien. 

*Revista de Vedanta en español